La libertad no es el privilegio de hacer lo que uno quiere, sino la libertad de hacer lo que uno debe. Este concepto encierra la libertad de dudar, de experimentar, de investigar, de cuestionar la autoridad, de comprender que para ser libres en una sociedad organizada necesitamos aceptar leyes y regulaciones. De Skinner y Keller aprendí a pensar fuera de la caja y me enseñaron a aprender con humildad.
Las personas se controlan unas a otras, aún ahora, más frecuentemente por medio de censuras o reproches que por exhortaciones o elogios; el ejército y la policía siguen siendo las armas de gobierno más poderosas; a los fieles todavía se les recuerda, ocasionalmente, las llamas del infierno, y los maestros han desterrado el uso de la palmeta sólo para sustituirla por formas de castigo mucho más definidas y sofisticadas. Y lo curioso del caso, con respecto a cuantos defienden la libertad y la dignidad, es que no solamente se oponen a este tipo de medidas, sino que ellos son en gran parte los últimos responsables de que todavía no hayan desaparecido. Así argumentaba Burrhus Frederic Skinner contra los falsos defensores de la libertad.
Mis mentores ocasionales, Skinner y su colega, discípulo y amigo Fred Keller, creador del Personalized System of Instruction (PSI)[1] y coautor con Skinner de un libro que marcó un hito en la bibliografía del aprendizaje y autoaprendizaje programado, influyeron determinantemente en mi vida profesional. Tal fue su influencia y generosidad que una de mis primeras obras de investigación, contó con todo su apoyo, permitiéndome acompañar mi humilde autoría con la de él, con el estudio de ‘Instrucción por Computador: Experiencia del Modelo Skinner-Escotet Aplicado a la Programación’[2]. Varias veces tuve su apoyo en mis incursiones sobre investigación en aprendizaje cultural y sobre todo, durante la época en que fui presidente de la Asociación Latinoamericana de Análisis y Modificación del Comportamiento (ALAMOC) y director fundador de la revista Learning and Behavior. Mi gratitud es inmensa porque aprendí a pensar fuera de la caja y me enseñaron a aprender con humildad.
A los 86 años muere Skinner, uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo y, sin lugar a duda, uno de los diez psicólogos más relevantes en la historia de la psicología. Nacido en un pequeño pueblo de Pennsylvania, valle fluvial del rio Susquehanna, el escritor, científico y filósofo dedicaría toda su vida profesional a la Universidad de Harvard con excepción de unos breves años en las universidades de Indiana y Minnesota.
Fred Keller murió en febrero de 1996 a los 97 años y estuvo por espacio de 26 años como profesor de Columbia University. Pasó varios períodos en Brasil, invitado por las universidades. Finalmente, se retiró en 1976 de Georgetown University. Múltiples y calificadas publicaciones le avalan como una figura indiscutible de la psicología del pasado siglo, capaz de dar al conductismo un barniz cognoscitivista, que me permitió abrir mis fronteras conductistas a los ámbitos introspectivos del ser humano, en búsqueda del contenido de la caja negra. Fred Keller era también un ambientalista, un pensador del futuro de la educación, preocupado por el daño al planeta. En una oportunidad que me visitó en Caracas, desde mi terraza de un piso 25 en Macaracuay, se podía apreciar todo el precioso valle de Caracas. Se quedó por largo tiempo contemplándolo y al final me dijo: he aquí un ejemplo del desarrollismo, una forma de cómo se puede destruir la belleza natural indescriptible por una planificación de cemento, por una falta de planificación. “Parece que hubieran hecho todos los esfuerzos por destruir su belleza”.
Muchas son las contribuciones de Skinner al mundo de la psicología científica y social. El padre del conductismo desarrolló una nueva dimensión en el conocimiento del ser humano. Su Análisis Experimental del Comportamiento ha sido aplicado a casi todas las esferas del aprendizaje humano y animal y sus implicaciones sociales han protagonizado profundos debates en lingüística, sociología, fisiología, neurociencia, filosofía, educación y política. No hay campo de la psicología en donde el conductismo haya dejado de influir. La propia inteligencia artificial tiene secuencias de comportamiento humano programado con estructuras ramificadas. La tesis fundamental de Skinner se centra en que la nueva conducta que emerge accidentalmente como combinación de la historia personal y genética del individuo puede llegar a ser inmediatamente establecida mediante el patrón del refuerzo positivo. Si no llegase a reforzarse, la nueva conducta se extinguiría. Muchos años de investigación y múltiples libros, artículos y trabajos científicos publicados por él y sus discípulos avalan esta tesis, en una disciplina como es la psicología, en donde abunda la especulación y los juicios de valor.
Su contribución filosófica, social y económica, al margen de los importantes éxitos en la terapia del autismo y la drogodependencia, en psicología clínica, psicología criminal, psicología infantil, en comunicación, en psicología educativa, capital humano y formación, en métodos didácticos, etc. se puede resumir, sin ser exhaustivos, en cuatro puntos:
- Gran parte de los problemas que confrontamos en este mundo resultan de las formas en que los individuos se comportan.
- La forma más apropiada para resolver esos problemas es mediante una tecnología que se derive del análisis científico de la conducta. Esta tecnología consiste en la manipulación de los factores externos que determinan la conducta.
- El análisis científico y la tecnología de la conducta comparados con otros campos del conocimiento están bastante menos desarrollados debidos, en gran parte, a la aceptación dogmática de los conceptos de autonomía, dignidad y libertad humana.
- Uno de los problemas más importantes que debemos aceptar es el de la liberación del ser humano, no del control, sino de ciertos tipos de control aversivo o punitivo.
Son precisamente los dos últimos puntos los que han ocasionado mayor debate en los científicos sociales y mayor preocupación al mismo Skinner. Este unas semanas antes de su fallecimiento -decía- que “no quiero ser recordado como un manipulador”. Y es que su libro Más allá de la libertad y la dignidad[3] no ha sido comprendido en su justa dimensión. Las fuertes críticas y el escándalo que acompañaron su publicación erraron el tiro. Pero también era presumible esta reacción en los Estados Unidos, pues el solo hecho de atacar la “libertad” en un sistema donde sus miembros han sido inoculados con una idea grandiosa y unida al prestigio nacional de la libertad, un libro que consideraba ir más allá de la libertad, no podía pasar desapercibido.
La literatura sobre la libertad y la dignidad nos dice que somos libres. Pero ese concepto de libertad es el sentido que le damos en nuestra lengua hablada a la capacidad del organismo de poder dirigirse hacia un fin; pero lo que esa literatura no nos explica es la razón por la cual nos dirigimos hacia dicho fin. Nuestras respuestas de conducta tienen una explicación, una causa; aunque todavía no podamos conocer todas las predeterminaciones. Para Skinner y Keller el ser humano que nosotros mismos hemos creado es “el producto de la cultura que el hombre ha producido”. Hemos construido un mundo tan frágil como el cristal. Cuando apenas saboreábamos la distensión internacional a finales de los setenta, la reconciliación de las grandes potencias, un solo hombre, Sadam Huseín, amparado en su mesianismo, egocentrismo y paranoia, pone en jaque al mundo y, como consecuencia, cae sobre él, el ser humano, nuevamente, la amenaza de su extinción. Precisamente Skinner abogó siempre por la necesidad de orientar el destino de cada persona, de la humanidad, hacia formas más controladas que nos permitan dirigir los cambios en beneficio del propio ser humano. Porque la libertad para él no es el privilegio de hacer lo que uno quiere, sino la libertad de hacer lo que uno debe. Este concepto encierra la libertad de dudar, de experimentar, de investigar, de cuestionar la autoridad, de comprender que para ser libres en una sociedad organizada necesitamos aceptar leyes y regulaciones.
La democracia pura, la que todavía no tenemos, no consiste en eliminar los controles para ganar esa libertad romántica. Consiste en construir un sistema entre todos, en donde los controladores son parte de los controlados. De hecho, la libertad real de un ser humano termina donde comienza la libertad del otro. Ni más ni menos. Contra esa libertad no escribió Skinner, todo lo contrario. Su teoría sobre el autocontrol precisamente fue en esa dirección. Le faltaron más años de vida para acercarnos a esa utopía. Quizá el desarrollo científico de este concepto y técnica nos lleve en un futuro al análisis científico de la caja negra. Cuando el ser humano se autocontrole, cuando en él surjan todas las conductas positivas, cuando verdaderamente respete las conductas de los otros, cuando el amor sea la siembra diaria, no estaremos preocupados de si existe o no la libertad ni nos sentiremos víctimas del control, pues seremos participantes activos del mismo y así poseeremos la libertad real.
Pero nunca observé en las veces que tuve la oportunidad de hablar con Skinner, ninguna pasión directa por convencerte de sus ideas, por gastar tiempo en ello si veía que no había espacio en tu comportamiento verbal para ello. Les confieso que en una oportunidad en la que estaba presente, una persona insistentemente le decía a Skinner que era reduccionista; que solo aceptaba sus propias tesis. Él le explicaba, que no ponía en duda otras posibilidades, pero que había que demostrarlas científicamente, no intuirlas. Esta persona insistía machaconamente y Skinner dejó de contestarle. No le reforzó. Cuando quedé con él y con otro pequeño grupo de personas, le pregunté: profesor, por qué dejó de contestarle y mirándome fijamente, me dijo: el tiempo vale más que nada. No se compra si se te acaba. El tiempo se pierde y no se puede reemplazar. No uses tu tiempo en tratar de convencer al Papa de que no es católico… Aprendí una lección para toda mi vida. Me gusta conversar, pero aprendí a escuchar más que hablar.
Mis maestros Skinner y Keller me enseñaron optimismo, me enseñaron a soñar en utopías con los pies sobre la tierra. Me enseñaron flexibilidad y anti-fundamentalismo. Me enseñaron que existen muchas verdades, pero que hay que encontrarlas científicamente. Frente a las teorías derrumbistas, derrotistas o catastróficas o ingenuamente pragmáticas, Skinner y Keller nos han dejado un legado científico inestimable y el necesario pensamiento utópico para seguir construyendo un mundo mejor. Ese legado ha impregnado mi vida sin marcha atrás y por ello me siento inmensamente agradecido a sus enseñanzas y a su visión de un mundo deseable.
[1] Keller, Fred (1974). Keller Plan Handbook: Essays on a Personalized System of Instruction. Benjamin Advance BK Publisher, 99 pages.
[2] Escotet, Miguel Angel (1969). Instrucción por Computador: Experiencia del Modelo Skinner-Escotet Aplicado a la Programación en el IBM 360. Cuadernos de la Escuela de Ciencias de la Universidad de Oriente, Cumaná, Venezuela, 119 páginas.
[3] Skinner, B.F. (1971). Beyond Freedom and Dignity. New York: Knopf, 1971.
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