El punto de partida de cualquier cambio debe dirigirse a la búsqueda y establecimiento de nuevos objetivos que definan la clase de valores que puedan armonizar con el progreso del ser humano. Ello exige, el respeto a los derechos humanos y a las condiciones de libertad, equidad, justicia, tolerancia, solidaridad y armonía con el medio ambiente. En la dimensión institucional de la sociedad y en particular de la universidad, nos preguntamos, ¿cambio para qué?, universidad ¿para qué clase de sociedad? y en un plano más específico, ¿universidad para qué?
La universidad contemporánea debe actuar en consecuencia con la diversificación de las sociedades en el mundo, la composición cada vez más multicultural de éstas, las características de la masificación, las estructuras de comunicación de información, la incorporación de tecnologías en la vida cotidiana, la reducción de la distancia entre lo público y lo privado, el acceso de los ciudadanos a formas de búsqueda del conocimiento muy distintas de las que hemos venido utilizando, las nuevas dimensiones del trabajo basadas en la capacidad de iniciativa personal y colectiva y en la corresponsabilidad de las decisiones, la interdisciplinariedad de los puestos de trabajo y la movilidad permanente de los perfiles profesionales, la movilidad geográfica y cultural, la mutación sin pausa de la sociedad definida por la incertidumbre y la complejidad, y la reducción del Estado-nación por superestructuras regionales, económicas y sociales. Muy especialmente debe enfrentarse a una gran crisis ética profesional que está representada en buena parte en la actual crisis económica y financiera. Todo ello conforma una globalidad epistemológica a la que se ha venido llamando “explosión del conocimiento” y complejidad de relaciones.
Se podría empezar reconociendo que el siglo pasado fue un siglo en búsqueda de certezas, apegado a la física newtoniana y la universidad se concentró en producir con vehemencia verdades absolutas, rígidas y lentamente modificables. Al estudiante se le ha estado formando para un mundo inmutable y predecible a pesar de que el corazón y el cerebro intuían cambios profundos y enormes agujeros negros. Este siglo XXI promete moverse hacia concepciones menos dogmáticas. Somos parte de un mundo plural, diverso y multicultural que lleva en sus adentros en forma dialéctica el determinismo y la aleatoriedad, la linealidad y la no-linealidad, la reversibilidad y la irreversibilidad, la certeza y la incertidumbre. Esto obliga a la persona educada a ser capaz de lograr la aprehensión de la realidad en la búsqueda de la utopía. ¿Responde la universidad a este sentido dinámico? ¿Estamos formando profesionales universitarios que sean capaces de moverse dentro de esos paradigmas? La educación superior está muy lejos todavía de alcanzar estos objetivos.
La universidad en general ha vivido muchas veces a espaldas de la sociedad, del sistema productivo y del propio sistema de ciencia y tecnología. Pero, los problemas de la universidad son también los problemas de la sociedad. Existe una corresponsabilidad entre una y otra. Como también existe corresponsabilidad entre el subsistema de educación media y el de educación superior. Esta corresponsabilidad afecta también a la propia cultura universitaria, a esa relación profesor-estudiante que forma parte de la cultura genuina de la educación: aprender a generar y a compartir el conocimiento en un contexto ético.
Todo ello, nos presenta varias asignaturas que tenemos pendientes de aprobar en la universidad y de las cuales hemos seleccionado cinco, basadas en los trabajos que hemos realizados sobre los desafíos universitarios, sin que pretendamos expresar que otras asignaturas que hemos dejado no sean tan importantes para la innovación como las que señalamos a continuación:
Asignatura I: Cambio en la relación profesor-estudiante
La universidad en los últimos siglos ha creado dos culturas dentro de ella: una la del profesor y otra la del estudiante, y no siempre en sinergia sino en contraposición. Unos enseñan y otros aprenden, cuando en el fondo ambos son sujetos que aprenden. Las relaciones en el proceso de enseñanza-aprendizaje deben transformarse.
Asignatura II: Universidad integrada a la sociedad
Para obtener la calidad integral en educación superior es necesario crear una relación estable entre universidad y sociedad, especialmente entre la universidad y el sistema productivo y las dimensiones que afectan los sistemas de valores.
Asignatura III: Rigidez vs. flexibilidad y explosiones del conocimiento
No existe correlación entre una enseñanza rígida en sus estructuras, contenidos y formas y un mundo que se mueve en esquemas de incertidumbre y bajo constantes explosiones del conocimiento. La universidad debe estar en un proceso de cambio permanente y hacer de las diferentes tecnologías parte de su quehacer cotidiano.
Asignatura IV: Multidisciplinariedad, transdisciplinariedad e interdisciplinariedad
Se han creado, al menos, dos culturas: las humanidades y las ciencias con lenguajes distintos y muchas veces incomunicadas entre si. La educación universitaria se ha tornado cada vez más especializada y al mismo tiempo, se ha ido creando una gran fragmentación de los saberes, de las estructuras universitarias y de los mismos participantes de la comunidad universitaria. A su vez, varios estudios en distintos países señalan que las empresas requieren de profesionales flexibles, fácilmente adaptables a los cambios y a los puestos de trabajo. El diseño curricular y su implementación debe partir del todo hacia las partes y no al revés.
Asignatura V: Visión global e integrada y dimensión ética y estética
La misión de la universidad está intrínseca y extrínsecamente relacionada con la adjetivación de la “universalidad” en el sentido de la globalización dentro de una dimensión ética. La ciencia y la conciencia deben ir de la mano. La universidad debe tener políticas fuertemente interconectadas y los cambios sobre el papel del Estado y las instituciones deben reconducirse en los planes estratégicos.
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Ilustración gráfica superior correspondiente al Facebook de Johns Hopkins University School of Nursing.
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