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La formación médica del corazón

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La vida es breve y la tarea es ardua, las circunstancias fugaces; la experiencia engañosa y el juicio difícil. El médico no sólo debe estar preparado para hacer lo que es correcto en sí mismo, sino para hacer que sus asistentes, el paciente y los que le rodean colaboren. (Hipócrates. Aforismos)

Es oportuno comenzar este ensayo con estas palabras, escritas por un médico extraordinario que vivió 400 años antes de la era cristiana. Para muchos, el gran legado histórico de Hipócrates fue el hecho de haber liberado la medicina de las creencias y prácticas mágicas. Pero si hoy lo recordamos 2.400 años después de su muerte, es porque el legendario padre de la medicina infundió un alma a esta ciencia al poner énfasis en la ética médica.

El alma de esta magnífica ciencia aplicada, tan unida a los misterios de la vida, del dolor y de la muerte, parece hoy amenazada por los mismos avances teóricos y prácticos que la han hecho cada vez más eficaz. La pesadilla de la mecanización y la deshumanización perturba todos nuestros sueños. La biología molecular ha saltado como una chispa peligrosa de los laboratorios a la práctica y la ciencia parece avanzar apresuradamente y más allá de la capacidad humana para someterla a los dictados de la razón.

El deslumbramiento con las nuevas tecnologías parece hacer olvidar que la medicina es la más humana deEthics las ciencias naturales, ya que es la ciencia del ser humano en el más vulnerable de sus estados: es la ciencia de la persona que sufre. El conocimiento científico, junto con el arte,  es una de las pocas cosas de las que puede vanagloriarse el ser humano. Gracias a sus conquistas se han reducido substantivamente el trabajo esclavo, las muertes prematuras, las hambres colectivas y las pestes. Pero a pesar de que admiramos su espléndido poder, las grandes preguntas que nos hacemos hoy son: ¿Cómo podemos hacer uso de los avances científicos y tecnológicos sin comprometer nuestra humanidad? Y en el caso concreto de la medicina, ¿cómo podemos asociar, de alguna forma, la medicina de sofisticados diagnósticos y fascinantes aparatos con una práctica que tenga en cuenta su cometido como ciencia del ser humano? ¿Cómo vamos a formar al médico de los próximos decenios?

Sin duda la tarea es ardua y el tiempo breve. Porque se necesitan en promedio diez años para formar a un individuo que conozca las enfermedades, su diagnóstico, prevención, tratamiento y curación. Pero se necesita toda una vida para comprender a la persona enferma, para descifrar el sufrimiento, para entender las fronteras entre el dolor físico y moral, para atender la enfermedad sin descuidar el impacto emocional que ejerce sobre la vida del paciente y los que le rodean.

La grandeza de Hipócrates consiste no solamente en que muchos de sus escritos han resistido el tiempo, sino en que al dar a la medicina un código ético, dio rumbo y sentido de cohesión a la profesión. Toda ética implica una filosofía de la vida, una reflexión sobre los medios y los fines de la conducta. Los avances científicos alteran nuestra manera ética de pensar, porque la ciencia y la tecnología facilitan los medios para lograr nuestros fines. Los avances de la ciencia favorecieron el declinar de la economía esclava, porque las máquinas facilitaron los medios para lograr los fines de la producción y los seres humanos empezaron a cuestionarse la moralidad de un mundo de amos y de esclavos.

Las nuevas tecnologías plantean problemas éticos y de otro tipo, cuya falta de solución puebla de angustia nuestros sueños y nuestras reflexiones. Entre ellos figuran el poder de las armas nucleares en manos irresponsables, la destrucción del equilibrio ecológico, la capacidad de los medios de comunicación para manipular las mentes inmaduras y la perspectiva de un mundo de robots en manos de Frankesteins con conocimientos moleculares.

Una moral rígida que se atenga sólo a lo “correcto” o “incorrecto” o lo “bueno” y lo “malo”, no es suficiente en una sociedad que cambia aceleradamente y que es cada vez más compleja desde el puntoformacion de vista científico y tecnológico. Los avances de las ciencias naturales y lo que conocemos hoy de la conducta humana nos dicen que es necesario formar un médico que sepa de autocontrol, de afecto espontáneo, que tenga amplitud de miras, que se preocupe intensamente por su responsabilidad y su propia formación, que mida acertadamente las consecuencias de sus decisiones, que conozca la compasión y tenga capacidad  para comprender y perdonar las debilidades humanas. Todas esas cualidades pertenecen al dominio afectivo de la personalidad y se forman lentamente con la maduración, con el sometimiento del egoísmo y el contacto con el dolor propio y ajeno, el propio llevado con serenidad y el ajeno llevado con nobleza. La formación médica exige una comprensión de las emociones y una formación de lo que se ha venido llamando en psicología “la inteligencia emocional”. Es en cierto modo la combinación de lo cognitivo, emocional, ético y estético.

El Programa Educating Future Physicians for Ontario (EFPO) de la Universidad de Toronto y de la Facultad de Medicina de la Queen´s University sugirió ya hace tiempo, una serie de papeles o roles del médico que incluyen esas dimensiones del dominio afectivo. La formación médica del especialista o clínico conocedor de su área y sus competencias como resolutor de problemas de su incumbencia, con las características científicas y tecnológicas, habilidades y destrezas que definen su profesión, sería absolutamente una formación mutilada y peligrosa si no se educa también al médico como:

  1. Comunicador/educador.
  2. Guardián de los sistemas de salud de la sociedad y propugnador de dichos sistemas.
  3. Colaborador con otros profesionales de ciencias de la salud.

Pero muy especialmente, existen dos papeles íntimamente relacionados con las bases éticas y profesionales del médico como son el de:

  1. Persona integral
  2. Aprendiz permanente

El primero de ellos está intrínsecamente relacionado con la inteligencia emocional, con el sentido estético de la vida y con un profundo sentimiento y ejercicio ético en las relaciones interpersonales. La propiapersonalizada masificación del ejercicio de la medicina pone en peligro su dimensión ética y estética, al despersonalizar una atención que en buena parte se necesita para la recuperación integral del paciente. Debemos insistir en que esta parte del papel ético no puede alcanzarse sólo mediante el estudio teórico de la ética médica, sino que debe lograr el desarrollo práctico de los comportamientos éticos. De hecho es bien sabido que gran parte de los comportamientos de dimensiones afectivas se aprenden por imitación, por ejercicio permanente y por eliminación de disonancias entre los ideales y la conducta.

El segundo papel está en sintonía con los procesos éticos que demandan estas profesiones para “estar al día” y para desarrollar la habilidad para el cambio permanente. Es por ello que la educación médica debe pasar de un sistema centrado en las certificaciones de conocimientos o búsqueda de certificados a un sistema centrado en el desarrollo de competencias, transformando su acción, no tanto en recibir información sino en educar al futuro médico en saber como buscar información, cómo seleccionarla, cómo interpretarla, cómo seguir aprendiendo de sus colegas, pacientes y otros profesionales. Se trata, por tanto, de la creación de una actitud hacia el aprendizaje permanente como parte de la auto-responsabilidad, conciencia ética y ejercicio profesional competente, que por lo demás sería indispensable en cualquier ejercicio de otras profesiones.

Es decir, en una facultad de medicina, el estudiante debe ser el eje principal de su quehacer y debe aprender desde sus inicios que la profesión médica conlleva un compromiso permanente con el conocimiento científico y el conocimiento de sí mismo. Sin embargo, la práctica de la educación médica en muchas ocasiones ha puesto excesivo énfasis en los programas, planes de estudio, organización, estructura, práctica médica, sistemas de investigación, etc. Los cambios casi siempre se orientan a estas áreas y por ende la evaluación de la formación se refiere más a las cosas, a los contenidos que a los sujetos. Es decir, muchas veces hemos separado el cambio mismo de las personas que forman parte indivisible de ese cambio.

En definitiva, hace falta más educación médica del corazón, de la sensibilidad del espíritu ético y estético. Es como expresa Bertrand Russell, “que uno de los defectos de la educación universitaria moderna es que se ha convertido demasiado en el aprendizaje de ciertas especialidades, y demasiado poco en el ensanchamiento de la mente y el corazón mediante un análisis imparcial del mundo.”

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©2013 Miguel Ángel Escotet.  Todos los derechos reservados. Se puede reproducir citando la fuente y el autor.


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