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¿Universidad para qué?

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Es necesario que se asuma el principio de una universidad para la innovación, orientada hacia el logro permanente de una vigorosa capacidad de creación y cambio. Es decir, la facultad para adelantarse al futuro y para incorporar permanentemente al proceso educativo, los avances y los descubrimientos relativos a teorías, procesos, tecnologías y aportes éticos y estéticos del espíritu. Una universidad en constante transformación que influya en la reflexión permanente sobre el sistema de valores, motivaciones, actitudes y conductas apropiados para enfrentar los procesos de generación del conocimiento, tecnologías y prácticas sociales. Una universidad flexible, diversa, liberalizadora y de calidad que ejercite constantemente su capacidad reflexiva para anticiparse a los acontecimientos, prefigurar los posibles escenarios y dar viabilidad a sus propuestas.

Pero también, una universidad para el ser humano y su medio. Una universidad orientada al progreso económico y social en el marco de un desarrollo sostenible al servicio de la persona y su hábitat. Un desarrollo dirigido hacia el mejoramiento de las condiciones de vida, que no sólo atienda a una demanda, sino que pueda transformar ésta, en función de las metas que impone el futuro deseable. Una universidad comprometida con el desarrollo endógeno, con la formación sólida del capital humano, con el crecimiento científico y tecnológico de su comunidad y con una economía variable y vulnerable en el mundo. Este principio da cabida a los conceptos de justicia y a la promoción de la paz y la solidaridad en el marco de la interdependencia de culturas y naciones. Una universidad abierta, por tanto, a la confrontación de conocimientos y tecnologías con las demás instituciones universitarias y extra-universitarias como aporte al desarrollo universal y a una cooperación múltiple nacional, regional y mundial. Una universidad que contribuya a ampliar la capacidad de su sociedad para convivir en un mundo interdependiente y cuyo futuro es patrimonio de la sociedad global.

Debemos admitir que estos principios son difíciles de alcanzar, imposibles si la universidad mantiene prácticas conservadoras. El cambio planificado obliga a no alejarse de la realidad ni a dejar de aproximarse a la utopía. Combinar ambos elementos con flexibilidad y revisión permanente de objetivos, políticas y recursos, es la esencia de una nueva visión de la planificación que integra lo estratégico (inmediato) con lo teleológico (futuro). No se puede olvidar que toda educación parte de una imagen del futuro.  Una universidad, en síntesis, para:

·  La búsqueda permanente del conocimiento en todas sus formas.

·  La expresión de las capacidades de la condición humana: el pensamiento y la creatividad.

·  El aprendizaje de las lenguas y representaciones simbólicas de los saberes y sus múltiples interrelaciones.

·  El aprendizaje de habilidades, valores y actitudes que permitan la utilización y ampliación permanente del conocimiento, la forma de compartirlo y aplicarlo con sentido ético.

·  La participación activa en los cambios y transformaciones emergentes de la evolución social, cultural y científico-técnica.

·  El aprendizaje de la comprensión, mantenimiento y respeto del ambiente.

·  La vida intercultural, transnacional e interdependiente y para la eliminación de cualquier tipo de discriminación.

·   La formación de ciudadanas y ciudadanos democráticos orientados hacia la tolerancia, el pensamiento científico y humanista, el pensamiento crítico, el pensamiento estético, la resolución de problemas y la capacidad de emprender.

En definitiva, la universidad debe tener un doble frente en la búsqueda del conocimiento: desarrollar el más alto pensamiento creativo y contribuir a la solución de necesidades concretas de su país y del mundo. En esta misma dirección se expresaba F. Cordón (1969): “no hay modo más seguro de elevarse en el pensamiento abstracto o teórico que enfrentarse con la cruda realidad; ni inversamente, nada guarda más posibilidades prácticas que el pensamiento más abstracto, más teórico.”  La universidad debe de ejercer una gran autocrítica para expulsar de ella la mediocridad, implantar de forma contundente la ética profesional y responder a las necesidades futuras de la cultura y la sociedad.

©2013 Miguel Angel Escotet. Todos los derechos reservados. Se puede reproducir citando la fuente y el autor.


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